En el verano de 1990 José Julián Lertxundi fue nombrado nuevo presidente del club, y con él regresó al banquillo Javier Clemente, que casi a final de temporada fue sustituido, de nuevo, por Iñaki Sáez. En esa época comenzó a sobresalir una joven promesa de la cantera llamada Julen Guerrero, que se convirtió en un ícono del club y un ídolo para la afición.